En este contexto, un estudio aparecido en el Journal of Research in Personality trata de arrojar alguna luz al tema de la asociación entre rasgos de personalidad, parecido entre los miembros de la díada y grado de satisfacción vital
de cada uno de ellos. Tratando de paliar, además, algunas de las
limitaciones de estudios previos, Furler, Gómez y Grob (2013) -autores
de esta novedosa investigación- incorporan algunas mejoras metodológicas
en la forma de medir el grado de semejanza entre los integrantes de la
pareja y en el control de la posible influencia de la personalidad de
cada miembro por separado, así como en lo que concierne a las
características de la muestra y el tipo de análisis empleado, basado en
el uso de modelos de ecuaciones estructurales.
Los participantes en el estudio, llevado a cabo en
el contexto de un estudio de encuesta representativo de la población
suiza, fueron los miembros 1608 parejas heterosexuales, con una media de
edad en torno a los 50 años y una desviación típica en torno a 13 años,
y que en promedio eran parejas que tenían ya una duración de 24.21 años
(SD= 14.11). La gran mayoría de ellos -85%- estaban casados. El grado
de satisfacción vital fue medido con un solo ítem, mientras que para
evaluar la personalidad de los encuestados se empleó una versión corta
(10 items) del Big Five Inventory. Mediante el uso de ecuaciones estructurales,
Furler et al (2013) trataron de establecer el grado de ajuste entre
distintos modelos y los datos recogidos. En estos modelos se tomaron
como variables dependientes los niveles de satisfacción vital
reportados por cada miembro de la pareja, mientras que las variables
predictoras fueron los rasgos de personalidad de cada uno de ellos y el
grado de similitud entre la personalidad de ambos, empleando varias
formas de medir tal semejanza. Un ejemplo de uno de estos modelos puede
verse en la figura adjunta.
En general, los datos no parecen apoyar la hipótesis
de que el grado de parecido entre los rasgos de personalidad de los
miembros de una pareja afecte a su satisfacción vital, ni en el caso de
hombres ni en el de mujeres. Es decir, que ser “almas gemelas”
–en términos de personalidad- o “polos opuestos” no parece estar
asociado con un mayor o menor grado de bienestar. Ahora bien,
Furler et al. (2013) sí encontraron algunas relaciones interesantes
entre personalidad y satisfacción vital. Un primer resultado positivo
tiene que ver con la personalidad propia: de manera consistente con los
resultados de investigaciones previas, ser extrovertido,
agradable, consciente, emocionalmente estable y abierto a la experiencia
serían rasgos asociados a una mayor satisfacción vital. Otro interesante hallazgo, de naturaleza más interpersonal, es que los rasgos de personalidad de un miembro de la pareja son predictores significativos del nivel de satisfacción del otro.
En este sentido, la estabilidad emocional, agradabilidad, extraversión y
conciencia de cada integrante de la pareja serían rasgos positivamente
ligados a la satisfacción vital del otro.Llama la atención, en cambio,
que el grado de “apertura a la experiencia” de una persona parece ser el
único no asociado de manera significativa con el nivel de bienestar
reportado por su pareja.
La conclusión parece clara entonces… encontrar un
“alma gemela” –o su alternativa, un “polo opuesto”- no parece que vaya a
procurarnos una mayor satisfacción per se. Son, en cambio,
algunos rasgos de personalidad concretos –tanto propios como de la otra
persona- los que van ligados a una mayor o menor satisfacción vital. ¿Qué pasa entonces con las hipótesis de la similitud y la complementariedad?
La postura de Furler et al. (2013) al respecto es salomónica. En primer
lugar, existiría una amplia variabilidad interpersonal, que hace que
haya personas que prefieran a alguien semejante, mientras que otras se
sienten más a gusto con personas diferentes a ellas, que las
complementan en algún sentido. Pero ello no sólo depende de factores
intra-personales, ya que otros aspectos como la estructura y la dinámica de la pareja pueden hacer más o menos satisfactoria la semejanza o la complementariedad.
La semejanza puede tener ventajas, como una mejor coordinación entre
los miembros de la pareja, mayores posibilidades de encontrar
comprensión y empatía, o un mayor grado de refuerzo mutuo de
comportamientos, opiniones, valores y creencias; pero en otras ocasiones
tener en el equipo “dos pies derechos” o “dos pies izquierdos” puede
ser una clara desventaja. Por su parte, la complementariedad puede ser
muy adaptativa cuando las fortalezas de cada miembro de la pareja
compensan los puntos débiles del otro y viceversa; pero puede también
dar lugar a más ocasiones de desacuerdo y conflicto. Finalmente, también
parece influir el curso temporal de la relación. Así por ejemplo, en
las primeras etapas de una relación, la semejanza podría estar más
conectada con la satisfacción; mientras que en fases posteriores la
complementariedad puede ser más beneficiosa.
Y a todo ello hay
que sumar que los miembros de una pareja pueden ser semejantes en unas
cosas y complementarios en otras… por ejemplo, pueden parecerse o
diferir en su personalidad –que es el ámbito del estudio de Furler et
al. (2013)-, pero también en sus características sociodemográficas, en
sus intereses, actitudes y motivaciones, o en sus objetivos en la vida…
Es decir, que plantear la dicotomía “almas gemelas” vs. “polos opuestos” puede que no sea una forma del todo adecuada de acercarse al tema,
al menos si no se llega a captar un nivel mayor de complejidad. Es así
como parecen indicarlo las investigaciones más recientes, enfocadas en
identificar qué rasgos de personalidad en concreto pueden ir asociados a
una mayor satisfacción de cada uno de los miembros de la pareja.
Puedes acceder al artículo de Furler et al. (2013) aquí (sólo abstract en abierto).
Referencia:
Furler, K., Gomez, V., & Grob, A. (2013). Personality similarity and life satisfaction in couples Journal of Research in Personality, 47 (4), 369-375 DOI: 10.1016/j.jrp.2013.03.002Extraido de:
El artículo, del blog Psy’n'thesi
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