
Pasan los días entre mensajes amistosos en los que os vais descubriendo y compartiendo. Un encuentro espontaneo, un café mientras haces unos recados… todo tan casual que aunque tú ya sabes que no lo es, la realidad te convence. Y llega el fin de semana, volvéis a compartir anonimato entre el grupo de amigos. Un pequeño secreto que sin proponéroslo habéis pactado. Ya tenéis vuestro primer secreto. Habla de su semana, comparte anécdotas que tú ya sabes, porque eres la privilegiada que ha leído su día a día en tu móvil mañana, tarde y noche. Pero le escuchas atentas como si fuese la primera vez, mientras todos los poros de tu piel transpiran una sonrisa.

Pero las horas pasan y la noche termina, toca decir adiós. Le sientes cerca, sabes que el quiere acercarse a ti, vuestra mente intenta trazar un plan que os permita veros a solas y regalaros vuestra despedida.
Os miráis, reconocéis las intenciones. Pero pasan los minutos, los amigos os reclaman y os decís adiós con los dos besos que formalizan vuestra situación de recién conocidos. Una despedida “normal” llena de matices; una mano en la cadera, un suspiro al pasar por delante de su boca, un caricia que traspasa la tela de la camiseta, un escalofrió y el vacio del adiós.
Un final que acaba de indicar un comienzo, un adiós que ha dado paso a un hasta mañana. Tú y yo, a solas. Un secreto hecho carne, un beso con sabor a el, con sabor a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario